Las lluvias de la noche del 18 de abril y la madrugada del 19 del mismo mes asustaron a los manizaleños. Pocos lograron dormir bajo los constantes truenos que acompañaban el agua que caía en cantidades asombrosas. En el barrio Percia, un humilde sector de estructuras de cemento y bareque, se escuchaban gritos mientras por una de sus colinas las frágiles casas eran arrastradas por la tierra y el agua. Al tiempo, las quebradas Minitas y Olivares se desbordaban, como nunca.

Nadie recuerda algo semejante: en cinco horas, entre la noche y la madrugada, cayeron 156 milímetros de lluvia, exactamente lo que puede caer en la ciudad a lo largo de un mes. En consecuencia, también se presentaron deslizamientos en el emblemático Cerro Sancancio, afectando los sectores que lo bordean. Al amanecer se pudo establecer que 37 barrios estaban afectados. Sobre el evento la revista Semana publicó el 22 de abril de 2017 que “era una tragedia anunciada. La demoledora conclusión provino de Tulia Elena Hernández, personera de la ciudad y experta en temas de organización territorial. La funcionaria apoya su afirmación en estudios oficiales que alertan sobre la inminencia de deslizamientos en las laderas de Manizales, especialmente en el famoso cerro Sancancio”.